“Mientras afuera todo sucede con un ritmo vertiginoso de cascada, adentro hay una lentitud exhausta de gota de agua cayendo de tanto en tanto.”
Un color invariable rige al melancólico: su interior es un espacio de color de luto; nada pasa allí, nadie pasa. Es como una escena sin decorados. Más aún, hasta pueden iluminar ese recinto enlutado y transformarlo en una suerte de cajita de música con figuras de vivos y alegres colores que danzan y cantan deliciosamente. Luego, cuando se acabe la cuerda, habrá que retornar a la inmovilidad y al silencio. La melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado. Mientras fuera todo sucede muy deprisa, dentro hay una lentitud justificada. Una pauta necesaria.
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