¿Quién no recuerda esos años de infancia en los que estábamos a menudo "con la cabeza en las nubes" o "pensando en las musarañas"? Eso nos decían, y en realidad no era cierto: estábamos recorriendo el mundo más allá de los estrechos límites del pan y chocolate, los deberes y el levántate ya. Estábamos formando ya nuestros sueños, que aunque pocos se hicieron realidad, nadie nos los podrá quitar. Casi sin esfuerzo podíamos tener el mundo a nuestros pies, y la luna al alcance de la mano.
No recuerdo en que momento dejé la infancia. Lo que sí puedo asegurar, es que en infinitas ocasiones, sigo con la cabeza en las nubes. Sigo recorriendo mi mundo y formando mis sueños.
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