o cordilleras trágicas de sombra
que oscurecen el día. Se las nombra
nubes. Las formas suelen ser extrañas.
Shakespeare observó una. Parecía
un dragón. Esa nube de una tarde
en su palabra resplandece y arde
y la seguimos viendo todavía.
¿Qué son las nubes? ¿Una arquitectura
del azar? Quizá Dios las necesita
para la ejecución de Su infinita
obra y son hilos de la trama oscura.
Quizá la nube sea no menos vana
que el hombre que la mira en la mañana.
Nos ha tocado vivir en un mundo que va a ritmo de TAV, demasiado deprisa; no podemos más que marearnos si apoyamos la vista en la ventana al exterior, para contemplar el paisaje. Por eso es necesario parar, aunque sólo sea un momento, y dejarnos llevar por lo irracional.
Yo, como prácticamente todos los niños, he buscado imágenes reconocibles en las “arquitecturas del azar”, como las definía Borges. Unas oscuras, con cierto aire tenebroso, y repletas de duendecillos. Otras multicolores, rodeando a las puestas de sol más espectaculares.
Decidido: me quedo contemplando las nubes..., un ratito más.
2 commentaires:
A mí me encanta ver las nubes...siempre descubro una figura, siento que a todos nos pasa, sólo hay que detenerse y mirar...pero a veces no hay tiempo para tan estupendo acto de amor propio...porque descubrir y asombrarse es buscar la felicidad.
Un beso!
La vida a veces nos mal acostumbra a mirar las nubes desde las pantallas de la TV.
Un poco de aire freso, y la mente despejada hacen bien.
Un abrazo, virtual.
Rafael.
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