dimanche 1 avril 2007

Un paseo por el parque


Apenas faltan pocos minutos para las cinco. Para ella, una eternidad que compensa intentando controlar el ritmo de su corazón mientras transcurren.
Cuando pasean, le gusta cogerle del brazo y sentirse segura al estrecharse contra él. Cuando nota el suave balanceo del roce de su mano.

A él le gusta que apoye su brazo sobre el suyo, cuando caminan juntos por la calle. Le emociona sentir el calor que desprende. Se miran a los ojos en repetidas ocasiones, ella tropieza con las ilusiones de él, y sonríe. Él prorroga el siguiente paso, mientras se pierde en sus ojos brillantes y tranquilos.

El mundo se detiene en ese instante. Sólo él. Sólo ella. Y el sol parece querer unirse, manteniendo sobre ellos, una luz especial, que provoca una escena en colores sepia.

Tras cruzar el parque, se detienen, él le coge las manos, ella busca esconder su sonrisa. Él se acerca y ambos se dan un rápido beso en los labios. Y a ella se le escapa una caricia sobre el rostro de él.

Retoman el camino de vuelta a casa, el hechizo de ese beso queda grabado en el cosquilleo que recorre sus cuerpos. Ríen de mil cosas, hablan de otras tantas, sueñan con su futuro.

En la puerta de casa, él le cierra los ojos con su mano, y le brinda un nuevo beso, que le acompañará hasta que vuelvan a verse, y se junten sus manos y sus brazos en otro tierno abrazo. En un nuevo encuentro, mañana a la misma hora, en el mismo lugar.

Ella le ve alejarse, dubitativo, sin ganas. Y no entrará en casa, hasta que él no doble la esquina y escape a su mirada. Una vez dentro, se mira en el espejo de la entrada, arregla un par de horquillas desprendidas, y tras dejar su bolso, entra en la gran sala, donde dos de sus nietos están jugando con el perro.

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