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Podría ser el origen etimológico de la palabra "sincera". En la antigua Roma, los artistas esculpían en mármol y piedra. Sin embargo, había quienes no lograban crear estatuas perfectas y, para poder vender las que hacían, cubrían las imperfecciones ocultándolas bajo disimulados parches de cera. Quienes adquirían esas perfectas pero falsas obras para exponerlas en el exterior, en cuanto las daba el sol y la cera se derretía, comprobaban que todas las imperfecciones salían a la luz y quedaba descubierta la trampa, el fraude, la mentira. Las esculturas auténticas se vendían junto a un cartel que decía “sin cera”, es decir, sin trampa ni cartón, sin mentira. La frase “tirarse el pegote”, ¿vendrá también del pegote de cera que falseaban las estatuas?.
También las personas auténticas, sin-cera, se muestran dignamente sin disfraces o disimulos. No viven con el miedo de que un día la luz de algún sol saque a relucir que no es quien pretendía ser. Además detrás de la insinceridad, de la mentira, por encima de todo está el autoengaño.
En ocasiones me han criticado de mi exacerbada sinceridad, hiriente incluso. No soy consciente del daño que hago, por supuesto. Pero detesto hasta la más simple mentira piadosa, o por compasión. Y también odio el tener que callar: me ahoga y me quema por dentro.
Ante el temor de hacer daño, y ahora intento fijarme más, ya no sé como actuar, tampoco sé si seré capaz de aprender a mentir....o si realmente quiero aprender. Y, confieso, tengo mucho miedo a que me crezca la nariz y a que me manejen las "circunstancias".