Hacía mucho tiempo que había decidido vivir en un mundo más real. Había reemplazado posters de ídolos musicales y famosos actores por huellas de chinchetas y espacios más nítidos. Ya no soñaba con abdominales de gimnasio y labios sensuales húmedos.
Esos cuadernos donde entre lecciones y tareas, se mezclaban poemas y recortes de revistas, estaban seguramente sólo en su memoria de adolescente.
Desde hacía ya muchos años, frecuentaba los lugares acompañada de una sempiterna sonrisa, esperando que el hombre de su vida, nada que ver con aquellas láminas, apareciese inesperadamente a su lado, la hipnotizase con una mirada, la cogiera entre sus brazos y prometiera cuidarla para siempre.
Hacia ya mucho tiempo que cada noche preparaba la mesa para uno, cuando en realidad sentía la necesidad de prepararla para dos. Y ésta vez, mientras ojeaba aquella revista tuvo la tentación de ir a por las tijeras y recortar su fotografía.
Frente a la soledad de su propia imagen en el espejo antes de irse a la cama, pensó que seguramente vivía en un mundo más irreal, que tener colgado a cualquiera en la pared.